Línea de salida
Las sombras pesaban tanto, que sin quererlo, inundaron mis sueños.
Las cargué en mi mirada, y decidí que la inundación no saliera de mis ojos.
Debía intentarlo si quería estar a su lado. Debía alejarme si quería
que estar a su lado, siempre fuera mi mejor elección.
Carrera de fondo: 4.764 km
Caminé por el mapa muchos kilómetros.
Confié en mi brújula.
Más tarde entendí que nunca la tuve, que ellos la tienen y si tu Norte no es claro,
te pierden,
y pierdes.
La arena quemaba, como mis ojos llenos de lucha.
El bosque escondía los sueños de muchos viajeros, de muchas viajeras.
También nos escondía a nosotros.
Cuando llegué al mar, me iba a liberar de la inundación.
El mar era el lugar que me separaba de mi Norte. Si lo atravesaba, ya no había razones para guardar tantas sombras. La claridad estaba cerca.
Esa madera no era para hacer fuego aquella noche de frío.
Ellos decían que aquella madera era lo que me ayudaría a encontrar mi Norte.
¿A costa de mi vida otra vez? – me pregunté.
Empezaba a volverse más opaca mi mirada. Todavía me cabían sombras.
Eso también significaba, que entonces todavía había luz en mi.
Fase de vuelo
¡BOZA! Grité,
grité todo el silencio que mi piel guardaba.
Grité lo que ellos no ignoran y sin embargo callan.
Grité por todo lo que el mediterráneo arrebata cada día.
El muro de sal no pudo conmigo, aunque sí con mi calma
y la de las 37 personas con las que compartí rezos.
También pudo con mi bolsillo.
La península no es un oasis,
pero las oportunidades que me da,
no las tenía donde dejé a mi familia.
El puente entre mis sueños y mis temores
tenía acento murciano y muchos posibles destinos,
pero a mi me quedaba poca luz.
Mi Norte marca mis pasos,
pero bajo ese puente, sobre las vías de un tren, me dije:
“no sé dónde voy,
no sé qué quiero,
no sé quién soy,
no sé dónde estoy”
Un ser con un poco más de luz que yo, decidió por mí.
Último sprint
Me preguntaba si esos papeles de los que todo el mundo hablaba de repente,
cambiaría los susurros en el autobús y en la cola del supermercado.
Me preguntaba si tener esos papeles, me haría olvidarlos – los susurros.
Si tener esos papeles me alejaban del odio, y además me acercaba a mi Norte,
ya tenía dónde dirigir mi mirada.
Pero con mi mirada,
ni un ápice enfurecida,
no bastaba.
Esos papeles,
que ahuyentaban al miedo,
no bastaban.
Era como si mi piel contara cada día una historia
que me condenaba al rechazo.
Empezaba a volverse más opaca mi mirada. Todavía me cabían sombras.
Eso también significaba, que entonces todavía había luz en mi.
Salto de longitud
¿Qué he conseguido?
Todas esas personas
cantan mi canto,
bailan mis bailes,
pero no pueden salvarme de mis sombras.
Todas esas personas y su luz,
son lo que celebro.
Pero ellos hacen que nadie pueda llevarnos a nuestro Norte.
Y solo yo sé, todo lo caminado para poder llegar a él.
Mi Norte,
la educación de mis hijos.
Mi Norte,
responder a mi hija tras su pregunta diaria:
“hoy vuelvo,
hoy te abrazo”.
Mi Norte,
estar a su lado.
Mi Norte,
mi familia.
Línea de meta
Falta poco.
Escrito por: Laura López
Ilustrado por: Alba Calabuig
@julietavelvet https://www.instagram.com/julietavelvet/
Relato. Todavía hay luz